La globalización económica sumerge a las democracias en una crisis en la que los Gobiernos carecen de soberanía real. Se produce así un desencantamiento político, al comprobar que las decisiones se toman desde otros ámbitos económicos diferentes a los del Gobierno que ha sido elegido democráticamente. Seyla Benhabib propone, frente a esta situación, profundizar en la democracia, mediante democracias deliberativas en las cuales todas las personas implicadas puedan participar en idénticas condiciones, al margen del género, cultura, religión o lugar de procedencia. Plantea una serie de condiciones que deben cumplirse para que esta participación sea real y para que las mayorías no anulen a las minorías.
Seyla Benhabib defiende la necesidad de un universalismo y de una ética de mínimos que evite marginaciones en todos los campos.
Todas estas propuestas son sometidas a debate y a crítica, ya que en opinión de la mayoría de los contertulios lo que Seyla propone es ideal, pero poco factible, mientras siga imperando el neoliberalismo económico que ahora domina a todo el planeta. Habría de todos modos aplicaciones de todas estas normativas en casos concretos que mejorarían las condiciones de vida de muchas personas y ampliarían el campo democrático.
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