Los
planteamientos metafísicos (“más allá de lo físico”, frecuentes en la filosofía
tradicional) suponen una huída de este mundo material que es el único real.
Consideran que hay otro mundo ideal que es el auténtico y catalogan el mundo
material como efímero y transitorio. Desean escapar al vértigo del cambio y
devenir de este mundo, creando una supuesta realidad momificada. Del mismo modo
la teoría del conocimiento que ha imperado, en vez de intuir la pluralidad de
seres cambiantes, utiliza conceptos generales e inmutables, mediante los cuales
se instala en una “verdad” mentirosa, eterna e inmutable que da cierta
seguridad. Nietzsche muestra que la idea de un Dios eterno e inmutable es el
agarradero para justificar estas concepciones contrarias a la vida cambiante y
temporal. Proclama Nietzsche la “muerte de Dios”, lo que supondría el
advenimiento de una nueva forma de pensar y vivir en la que el ser humano, por
fin, adquiriría la mayoría de edad. De nuevo contrastamos todas estas críticas
nietzscheanas con la forma de vivir y de pensar de nuestra época y debatimos en
torno a la posibilidad o no de la muerte de Dios o de los dioses laicos que nos
inventamos para sustituirle.
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