La “modernidad” europea aportó racionalidad y derechos humanos, pero eso solo referido al mundo occidental y no a los pueblos de la periferia y esa modernidad introdujo el capitalismo con una razón puramente instrumental, como instrumento de progreso económico.
Hay que dar protagonismo a los que hasta han sido considerados como no-ser, los Otros que son vistos no como “sujetos”, sino como “objetos”.
Para lograr esa nueva forma de vivir la relación con los pueblos de la periferia y con los marginados Dussel propone el método analéctico que lejos de encerrarse en la totalidad del sistema se sale de él y va más allá del mismo. Dussel considera que la ética y política de la liberación hay que hacerla desde las víctimas, frente a la globalización que favorece el enriquecimiento de unos pocos y la miseria de la mayoría. Para eso nos tenemos que abrir al Otro y subvertir el orden establecido.
El cara a cara entre dos personas es el momento práctico comunicativo que estaría en el origen de la ética. Cuando el Otro irrumpe en nuestro mundo rompemos los barrotes de nuestra celda y descubrimos que solo la persona y no las cosas (incluido el dinero) tiene dignidad. Ese Otro “me toca” desde su exterioridad y me siento convocado a una responsabilidad humana.