Ernst Bloch, de origen judío, nació en Alemania y tuvo que emigrar en el periodo nazi y después también tuvo que abandonar la Alemania comunista por proponer un marxismo humanista, centrado en una utopía realista y revolucionaria. Los títulos de sus principales obras (“Espíritu de la utopía”, “El principio de la esperanza”) muestran ya sus temas preferentes.
Nos habla de una esperanza activa, motivadora y militante que implica un impulso hacia adelante para la realización de lo que todavía no es, pero puede ser. Una esperanza enemiga de la guerra, pero no de la lucha comprometida. La función utópica que los seres humanos albergamos es el motor para llevar a cabo el propósito marxiano de transformar el mundo. El excedente vital que todo ser humano posee ha de realizarse mediante la implantación del auténtico socialismo. Vivimos aún en la prehistoria de la humanidad que ha de alcanzar la madurez, logrando lo que todavía no es.
Bloch pertenece a la corriente caliente del marxismo que desarrolla la tendencia liberadora y transformadora, frente a la corriente fría más analista y mecanicista. Bloch propone realizar en la tierra los ideales y valores que algunas religiones proponen para una supuesta vida futura después de la muerte. Aniquilar la religión, dice Bloch, significa realizar sus ideales en el mundo.
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