Judith Butler considera que ética y política se entretejen y es difícil separarlas en muchos casos. Frente a toda visión individualista, muestra que desde el nacimiento hasta la muerte los seres humanos mantenemos relaciones interpersonales. Critica las concepciones etnocéntricas y culturales que, olvidando la vulnerabilidad de la condición humana, ignoran la correspondencia con los otros y las otras, llegando a una violencia egoísta.
Butler conecta la lucha política y social con una ética de la no violencia que no puede ser pasiva, sino activa e incluso agresiva frente a las injusticias que violan los derechos humanos. Pone de manifiesto la violencia ejercida desde poderes estatales, policiales e incluso jurídicos. Frente a tal violencia estaría el pacifismo militante que lleva a cabo luchas para defender a quienes son despojados de todo derecho (“vida nuda”). Describe casos de feminicidio, muertes y exclusiones de migrantes y miseria económica propiciada por el sistema neoliberal. Habla de acciones grupales no violentas que han defendido los derechos y la vida de aquellos cuya muerte o marginación no merecería ser criticada ni llorada en una sociedad sin ética.
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