
Sartre se abre ahora a
la existencia de otros, de “otros seres-para-sí”. El otro aparece ante mí como
una libertad que puede objetivarme. La experiencia del “otro” cambia mi manera
de ver las cosas. Todo giraba en torno a mí, pero ahora el otro como sujeto (no
como objeto) hace que, cuando lo observo, constate que las cosas giran en su
entorno. La “mirada del otro” podría así cambiar mi perspectiva y podría
hacerme sentir como objeto de su mirada...